Los libros todavía estaban allí. Ensayos de literatura contemporánea

 

Los libros todavía estaban allí. Ensayos de literatura contemporánea

Por: Ricardo Gil Otaiza

Los libros todavía estaban allí. Ensayos de literatura contemporánea (Ensayos, 2006). Consejo de Publicaciones de la ULA, 249 páginas.

Reseña de la contraportada: En Los libros todavía estaban allí. Ensayos de literatura contemporánea, Ricardo Gil Otaiza nos presenta una obra a través de la cual discurre en torno a su propia visión literaria, acercándonos a autores y a obras fundamentales de nuestro tiempo como elementos clave para la comprensión del mundo y de lo verdaderamente humano.

El autor, a lo largo de estas páginas, nos refiere a viejas y frescas voces literarias que se entretejen a partir de la plataforma de un denso tejido argumental: crítica y reflexión, disfrute y pasión, análisis y experiencia personal… deja así sembrada en el lector el ansia de acercarse al libro como objeto y como sujeto, y de ser ganado para siempre al deseo monterrosiano de despertar y encontrarse todavía allí, en medio de ellos. 


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Tulio Febres Cordero

 

Tulio Febres Cordero

Por: Ricardo Gil Otaiza


Tulio Febres Cordero (Biografía, 2007) Vol. 60. Biblioteca Biográfica Venezolana. El Nacional. Bancaribe, 133 páginas.

Reseña de la contraportada: “Esta biografía de Tulio Febres Cordero escrita por Ricardo Gil Otaiza es el redescubrimiento de un intelectual que, sin desdeñar el mundo exterior, se aferró a su tierra natal y le dedicó todos sus desvelos de escritor. Don Tulio repartió su vida de por mitad en los siglos XIX y XX, pues nació en Mérida en 1860 y murió allá en 1938. Conoció los años del aislamiento absoluto de los Andes y también los años en que su ciudad pudo comunicarse con el resto del país, del caballo al automóvil.

Aun cuando en Mérida se le consideró patriarca de las letras, la fama de escritor no trascendió de sus montañas: él mismo se obstinó en mirar hacia adentro, arraigar en su tierra y contar su historia, sus anales, leyendas, fábulas y mitos. Aun cuando de origen de discreta alcurnia, como lo relata con sutileza Gil Otaiza, don Tulio amaba el trabajo en todas sus formas. Fue zapatero y relojero, quizás por afanes de curiosidad, pero fundamentalmente impresor y tipógrafo, y con la tipografía solía darle riendas a la imaginación.

Autor de obra vasta y variada, en los albores del siglo XX escribió Don Quijote en América o sea la cuarta salida del ingenioso Hidalgo de La Mancha, en cuyas páginas exhibió cultura y gracia. “El escritor merideño por ese prodigio… luce hoy como un autor adelantado a su época, anota Gil Otaiza, para quien la intertextualidad no era problema a la hora de buscar una solución creíble y verosímil a su propia desmesura”. Ante los positivistas que dominan la escena, “Don Tulio se levanta con su obra para denunciar el empeño del denominado e idolatrado progreso en pretender revertir el orden natural de las cosas”. Esta es la primera biografía que se escribe sobre un personaje fundamental de nuestra cultura. (Simón Alberto Consalvi)



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El complejo mundo del libro

 


Por: Ricardo Gil Otaiza 


El complejo mundo del libro

"La vida de un libro en el mesón de las novedades suele ser efímera, y muy pronto pasa a la trastienda y al olvido. Pocos libros se quedan e impactan en profundidad al lector, y no suele haber correspondencia entre los más vendidos y las grandes obras..."

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Poema XIII

 

Por: Ricardo Gil Otaiza 

Poema XIII

deshazte pronto de tus penas, mar-
cha a ritmo trepidante, llega a la cima
del Olimpo, pues es tarde en
el ahora. No vaciles un segundo, inci-
nera ya el hastío, haz de cada mo-
mento huella y destino

ven, apresúrate, la noche agota
callada su simiente, los espectros
yacen inquietos en las sombras; la
luz naciente coquetea con la aurora
e irrumpe sin permiso el nuevo día

ven, no hay tiempo que perder, el
cielo ha contado nuestros días, y ya
se asoman entre nosotros las pri-
meras marcas del olvido

ven, a galope sobre las horas, que cada
segundo gastado es un cruel desa-
fío; descubre tu rostro a las olas,
que el viento meza tu pelo, que ya
nada quede por decir entre nosotros

la luna se ha ocultado y
el sol enceguece, nada se detiene
en el isócrono batir del tiempo. Ven,
se hace tarde, y ya no vale volver
la mirada cuando todo se ha mar-
chado. Ven, no demores, es ahora;
la vida muere callada 




Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior




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EL NIÑO QUE SEGUÍA SIENDO

 

EL NIÑO QUE SEGUÍA SIENDO

Por: Ricardo Gil Otaiza

Una extraña fuerza lo arrastró hasta aquel sitio después de veinte años de ausencia. Nunca se imaginó el fuerte impacto que la causaría el reencuentro; la nostalgia de volver a transitar los viejos caminos de la niñez.

Ya estaba allí.  Las cosas de ayer seguían inamovibles y perplejas a pesar del tiempo y de la distancia.  Bajó del auto. Con asombro su piel se erizó ante la presencia de árboles, jardineras, columpios y toboganes. Lo que antes constituyó parte esencial de su vida.

El riachuelo también estaba como testigo.

La mañana estaba despejada y solitaria.  El sol ya se asomaba entre las ramas de las palmeras y cujíes. Reinaba el silencio, la camaradería entre el hombre y los árboles. 

Sentado sobre un muro de piedras pintadas de verde por los mohos y los musgos, se olvidó de amigos, de cervezas y de vino; su extrema impresión lo acercaba de manera inexorable a la comunicación con su pasado remoto, hecho presente quizás por última vez.

Para su asombro sintió igual que antes.  Sus ojos se extasiaban por el contacto con lo lejano en el recuerdo y ahí estaba patentizado, inaudito... hermoso y terrible.  Caminó una y otra vez reconociendo aquel extraño, y al mismo tiempo viejo lugar. 

Todo aquello lo había estado esperando inconmovible y pertinaz.

Saltó de inmediato un recuerdo.  Buscó entre los gruesos troncos de los árboles.  Erguido sobre las ramas indagó con impaciencia, uno y otro ejemplar. Cada uno representaba un vuelco en su espíritu inquieto por el posible hallazgo.

Se olvidó que las plantas crecen como lo hacen las personas. En cada ciclo sus ramas se visten con nuevos follajes como se cambia de piel después de cada amanecer.  La inscripción de su nombre sobre la corteza con cuchillo  y con tinta negra, se habría perdido, quizás, con el transcurrir siniestro de los días y los años. 

Sin duda era el mismo árbol; él también era la misma persona.  Ambos lucían distintos... ya no se reconocían.

Desistió de la búsqueda.  Recuperó el ánimo perdido con el cansancio.  Algo lo conmovía y no hallaba el porqué.  Continuó su paseo en silencio, y a cada paso las hojas crujían sedientas y tristes. Para sus dueños él era un invasor, un simple intruso; un desconocido.

Sus amigos ya prendían afanosos el fuego de la tertulia.

Estaba de nuevo sentado sobre el verde muro de piedras.  Sus ojos lloraban al escuchar el acompasado chillido del columpio dejado al hacerse adulto. El agua en su recorrido entonaba sutiles melodías pasadas de moda, pero arquetipos del ayer.

Salió de pronto de aquel mutismo.  Se levantó sin apuros y comenzó a dialogar con aquellos seres deseosos de cuitas. Sacó de un bolsillo de su chaqueta una vieja y desteñida foto del niño que fue. La mostró zigzagueante a cada sombra encontrada al paso; a cada muro y mesa de piedra sobadas por las pequeñas manos borradas de tiempo.

Las palmas y los cujíes se estremecieron de asombro y de contento.  Dieron inicio a la danza magistral de las hojas revoloteando por el viento.  Los troncos erguidos se doblaban perezosos en inolvidables contoneos. Eran, sin duda, las señales del recuerdo.

Entonces, en agudos instantes, su vida retornó en finísimo ciclo a su mente. Se vio otra vez saltarín por el sube y baja y el tobogán; así como también renegrido por la tierra, corriendo alegre entre árboles y arbustos,  recitando canciones populares a las que les cambiaba la letra. El viento, con los árboles y el riachuelo, orquestaban el momento.

El hombre había recobrado la memoria perdida por los años mal vividos.  Descubrió que dentro de su cuerpo adulto, esforzado y serio, se alojaba todavía el niño de hace tiempo. Su piel recobró la lozanía,  su voz se tornó más fina, sus pasos se hicieron ligeros y seguros. 

Sus amigos con el fuego encendido lo llamaron para compartir la mesa.

Él, había renacido. Todos esos seres que siempre habitaron su memoria saturándola de recuerdos, colmaron el presente. Su niñez no estaba perdida; sólo dormía en su infinito ser y la podía alcanzar de nuevo.   

Entonces el hombre, el árbol, el viento y el riachuelo danzaron de contento. Como viejos compañeros, aquella hermosa mañana recuperaron la memoria interior que no la borra el tiempo, aunque no la reconozcamos en la piel.



Tomado del libro El otro lado de la pared (Vicerrectorado Administrativo y Secretaría de la Universidad de Los Andes, 1998).



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Los verdaderos padres

Por: Ricardo Gil Otaiza 


Los verdaderos padres

"Es falso que la madre sea más importante que el padre. Y lo refuto con autoridad moral. Ambos somos fundamentales en el equilibrio emocional-afectivo, espiritual y vital de nuestros hijos..."

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Poema XII

 

Por: Ricardo Gil Otaiza 

Poema XII

cuéntame y mírame a la cara,
que no hayan más secretos. Entre
el día y la noche vagan silentes
las esporas de los sueños. Hazme
saber de tu razón, aduce teorías
extrañas, pon sobre la mesa
los mapas que conducen a tu 
puerta, escribe sobre el tablero
los epigramas, entrecruza los hilos
metafísicos que te sostienen,
los rumores que te aguardan, los
susurros que a mil voces te dela-
tan, los cirios encendidos a los
dioses que te cuidan, la piedra
de sol que te ilumina, la oración
que te canta

cuéntame presurosa de los ayeres, del
ahora y del mañana, dime en clave
silente y sin palabras si valió la 
pena la agonía en el madero, si todos
los astros y estrellas se parecen a noso-
tros, si están contadas las piedras de
los ríos, si las tumbas permanecen o
quedarán vacías, si las llamas se
extinguen, si la flor languidece, si
el amor lo explica todo, si el querer
eternece 



Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior



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Perspectivas de la educación superior venezolana en un mundo globalizado

 


Perspectivas de la educación superior venezolana en un mundo globalizado

Por: Ricardo Gil Otaiza


Perspectivas de la educación superior venezolana en un mundo globalizado (Estudio, 2007). Consejo de Publicaciones de la ULA, 233 páginas.

Reseña de la contraportada: En este libro, el autor nos propone la reflexión permanente en torno al álgido y problemático tema de la educación superior venezolana, y de manera particular de las universidades autónomas, en donde ha ejercido la docencia durante largo tiempo. Sobre la base de diversas concepciones filosóficas y epistemológicas que buscan la excelencia en el quehacer de la universidad venezolana, Gil Otaiza nos aproxima a la comprensión de sus opciones como institución: seguir fungiendo de espejo de una sociedad enferma, en crisis, que no ha podido develar su propio camino, o, por el contrario, ser definitivamente “la casa que vence las sombras”. Sin pretensiones de querer sentar cátedra sobre la materia, el autor nos hace cómplices de sus no-certezas, y nos invita a seguirle en su infatigable búsqueda académica por los senderos de la palabra escrita.


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El difícil arte de ser profesor

 

Por: Ricardo Gil Otaiza 


El difícil arte de ser profesor

"Después de tres décadas de enseñanza universitaria puedo declarar, sin que me quede nada por dentro, que mis estudiantes fueron también grandes maestros, que de ellos aprendí a ser más humilde, más sencillo y, sobre todo: más humano..."

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El extraño vicio de escribir. Ensayos de literatura contemporánea

 


El extraño vicio de escribir. Ensayos de literatura contemporánea

Por: Ricardo Gil Otaiza


El extraño vicio de escribir. Ensayos de literatura contemporánea (Ensayos, 2011). Consejo de Publicaciones de la ULA, 230 páginas.

Reseña de la contraportada: El mismo autor de Los libros todavía estaban allí. Ensayos de literatura contemporánea (Consejo de Publicaciones, 2006) regresa con otro libro sobre su experiencia de lectura y escritura. En El extraño vicio de escribir. Ensayos de literatura contemporánea, Gil Otaiza entrega 50 textos  breves que nos guían por los caminos de la literatura y de sus más conspicuos creadores de la actualidad, agregándose a ello la peculiaridad de que en algunos de ellos nos cuenta cómo ha sido su propio proceso creativo. El autor reflexiona sobre su obra y fija posición crítica ante ella para desvelarnos los profundos mecanismos conscientes e inconscientes que llevan a un escritor a construir ensayo y narrativa sin perderse en el intento. 


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Tulio Febres Cordero genio y figura

 


Tulio Febres Cordero genio y figura

Por: Ricardo Gil Otaiza


Tulio Febres Cordero genio y figura (Ensayos, 2010). Consejo de Publicaciones de la ULA, 115 páginas.

Reseña de la contraportada: En esta ocasión, Gil Otaiza quiso reunir en un solo libro varios de los textos que sobre la obra y figura de Tulio Febres Cordero (1860-1938) ha escrito en los últimos tiempos, porque –según él– siente que en el 450 aniversario de la Mérida que tanto amó nuestro querido e ilustre personaje es un modesto homenaje que rinde a la ciudad que lo vio nacer y que hoy vemos -lamentablemente– tan desmerecida. ¿Por qué Tulio Febres Cordero? Por una razón muy sencilla: él representa el arquetipo del intelectual comprometido, emblemático, que no dio descanso a su pluma para vivificar con ella su pequeña y bucólica urbe.


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Trilogía de espectros

 


Trilogía de espectros

Por: Ricardo Gil Otaiza


Trilogía de espectros (Cuentos). Fondo de Publicaciones de la Asociación de Profesores de la ULA, 2010, 103 páginas. Editorial Emooby, 2011.

Primer Premio narrativa APULA 2008

Reseña de la contraportada: En Trilogía de espectros asistimos al encuentro de diversos mundos narrativos que, desde la posibilidad estética del cuento, abordan la realidad en un in crescendo solo verificable a través del cotejo de cada historia y de cada personaje. En estos relatos hallamos la complejidad de existencias marcadas por destinos distintos, por visiones contrapuestas, por derroteros urdidos desde la cotidianidad, que paradójicamente hacen inexistentes los límites entre lo real y lo ficcional.

Nos topamos, pues, con tres libros fundidos en uno solo, que representan un continuum, una misma experiencia literaria, que al abrirse en disímiles espectros sensoriales nos permiten acercarnos al denso entramado de la certeza y de la incertidumbre de lo humano.

Disponible en:

- Ebook de la Editorial Emooby, en los formatos epub, mobi, pdf, rtf, lrf, pdb, txt, html.  Editado en el 2011 y cuenta con 20,030 palabras.

Link: https://www.smashwords.com/books/view/46644

- Edición en papel del Fondo de Publicaciones de la Asociación de Profesores de la ULA. Fue editado en el 2010 y tiene 103 páginas. Disponible solo para Venezuela mediante el autor. Contacto: rigilo99@gmail.com.


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El gran país que perdimos

 


Por: Ricardo Gil Otaiza 


El gran país que perdimos

"Le pido a todos los dioses del Olimpo que Venezuela vuelva a ser un país de oportunidades, en el que obtengamos lo que queramos alcanzar, en el que nuestros muchachos crezcan sin temor, en el que podamos construir desde el trabajo creador..."

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Poema XI


Por: Ricardo Gil Otaiza 

Poema XI

dime cómo hago para hallarme
en la oscura noche, para no olvi-
dar la vida, para no tropezar
con las pesadas cadenas que nos
atan, para no entrar en el desvarío

dime si con cada amanecer
podré ver por fin la aurora, si alcan-
zaré hoy la luz que
me impida la caída

dime si después de la jornada
llegaré a casa, si beberé desde
los labios la llama ardiente de
tu cuerpo, si seré el que te
ama o el que aguarda en silencio

dime, cómo hacer para no ren-
dirme, para contar cada se-
gundo hasta que me acojan tus
brazos, para reír desde adentro,
para amarte sin prisa

dime, ¿es esto el destino?: 
¿Acaso la burla de un pérfido demiurgo?
¿En dónde se halla el horizonte?¿Quién
apagó la llama de mi lumbre? 
¿Qué fue de tu Hýbris?



Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior



 

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EL ESLABÓN PERDIDO

 


EL ESLABÓN PERDIDO

Por: Ricardo Gil Otaiza


  Cuando ahorró casi diez años de trabajo, tomó la firme decisión de cambiar de domicilio; la ciudad le resultaba demasiado hosca e inservible para su propósito: la búsqueda del eslabón perdido.  Estaba claro de sus limitaciones y de la escasez académica, ya que su formación sólo había alcanzado los estudios secundarios hechos de cualquier manera; sin embargo, su amplia experiencia en el campo de la construcción —aunado a su eterno vicio por la lectura—  le permitía conocer con bastante exactitud cómo llevar a cabo profundas y productivas excavaciones para el encuentro con  lo desconocido. 

Recordaba con cierta nitidez aquella tarde calurosa cuando de un solo golpe —sobre una hornacina sellada por el tiempo— extrajo una hermosa pieza labrada sobre una piedra de singulares características, que mostró con alegría y orgullo a sus compañeros que le respondieron con gestos de envidia e indiferencia.  Desde aquel momento nació en él la inquietud por la arqueología: ciencia de la cual no conocía a ningún representante, pero  que estaba seguro llegaría a dominar.

Noche tras noche su voluntad se concentró en indagar más acerca de los descubrimientos arqueológicos, y de los modernos hallazgos que llevaron a muchos hombres a desvelar secretos celosamente guardados por los antepasados. Su vida cambió de súbito, perdió de manera paulatina a los viejos amigos con los que acostumbraba a celebrar después del trabajo;  hasta su novia se transformó en un extraño ser al cual recurría cada vez con menos frecuencia. 

Cada fin de semana se internaba, mochila al hombro, en lo más inhóspito del páramo ubicado a más de tres mil metros de altura, con la extraña certeza de estarse preparando para el gran acontecimiento de su vida. Estando solo en el campo descubrió la exuberante fuerza de la naturaleza, su energía, las voces acalladas por los gritos angustiantes que brotan de las grandes urbes.  Aprendió a convivir con las plantas, a conocer poco a poco sus enigmas maravillosos. De igual forma con algunos animales. El regresar a la ciudad se le estaba convirtiendo en una pesadilla; siendo como fue, un citadino indómito.

La idea de mudar su hogar fuera de la ciudad le era irresistible. Cada mes guardó las tres cuartas partes de su sueldo, como obrero de la construcción, para ir adquiriendo los materiales para su futura vivienda.  Como es lógico pensar, la madera fue el material en el cual puso mayor empeño, ya que si se iría al páramo los otros materiales les resultarían inadecuados.  Faltando tan sólo tres meses para cumplir los diez años como obrero de la empresa «Casas Compactas S.A.», le entregó al ingeniero su carta de renuncia.  Este se extrañó por la intempestiva decisión de quien hasta ese momento había sido fiel y cumplidor; pero sin objetar nada ordenó todos los trámites para la liquidación.

Con la ayuda de un viejo amigo, el hombre en cuestión se dio a la tarea de adquirir un pequeño lote de terreno ubicado en la parte más alta del páramo, logrando al cabo de tres fatigosos meses de viajes y retornos, comprar trescientos cincuenta metros de tierra en una empinada ladera, en la que ni los cambures, ni la piña, ni el tomate, fructificarían por lo escabroso y estéril del terreno. Sin importarle los consejos técnicos de sus amigos, acerca de la inconveniencia de tal adquisición, procedió a transportar los materiales.

Seis meses empleó en llevar a cabo su penoso cometido. Días  y noches de trabajo forzado —sin importarle el frío lacerante—  dieron como resultado una pequeña cabaña de aspecto lúgubre y solitario en medio de la espesa flora paramera.  Estaba seguro de que nada ni nadie lo distraería en su empeño por encontrar —a fuerza de estudio y excavación— el eslabón perdido del que tanto hablaban las leyendas. 

Luego de semanas de angustiosa espera, la novia del hombre remontó la carretera y se le presentó de improviso. Su reacción fue de asombro y —aunque su deseo de soledad se había visto frustrado— cambió el fruncido ceño por una leve sonrisa de admiración. Por más que la hermosa chica puso en práctica sus más finas estratagemas de seducción, el hombre permaneció impávido sentado toda la noche mirando hacia la nada. Cinco horas bastaron para que la mujer indignada saliera de la cabaña dando un portazo que casi la desbarata en pedazos.

Cada amanecer se internaba en el bosque con la indumentaria apropiada para proveerse de leña y de alimento. El resto del tiempo lo empleaba en leer voluminosos libros que le fueron obsequiados por un anticuario de la ciudad, como prueba de su amistad.  Precisamente fue en aquellos libros donde encontró el mórbido deseo por descubrir el misterio que envolvía el origen del ser humano; estaba convencido de que dedicándole su vida a la indagación arqueológica, podría desvanecer las leyendas creadas alrededor de tan importante suceso.  Se podría asegurar que leía más de dieciocho horas al día, en un estado de perplejidad tal, que su amigo —el mismo que lo ayudó en el descabellado proyecto— salió despavorido pensando que una maléfica fuerza había poseído a su amigo.

Alrededor del hombre se comenzó a tejer toda una suerte de conjeturas, las cuales eran desmentidas con vehemencia por su novia. Los habitantes de las zonas bajas comenzaron a divulgar el cuento de que no se trataba de un hombre común, sino del abominable hombre de las nieves.  Otros afirmaban haberlo visto volando entre los ramajes, con cuernos y vomitando fuego por la boca.  Algunos, más atrevidos aún, dijeron que en la cabaña de la ladera se realizaban extraños rituales que perjudicaban a las plantas y a los animales, y que era perentorio sacar a ese sujeto.

Ajeno a los comentarios, el hombre continuaba en sus actividades de lectura y perfeccionamiento de las técnicas arqueológicas, y —de vez en cuando— se le podía ver excavando hoyos en derredor de la cabaña, lo que acrecentó la fábula en torno a su persona. Antes de acostarse sacaba la escultura que había descubierto en la hornacina sellada y la miraba intensamente; posaba con ternura sus dedos sobre cada forma, tratando de descifrar posibles mensajes dejados por los antepasados del ser humano. 

Cierta noche, estando frotando con suavidad la escultura, percibió una fina ranura hecha entre la cabeza y el cuello del extravagante ser. Con extrañeza, buscó la lupa y descubrió que la figura se podía abrir con un ligero giro de la cabeza, encontrándose con un compartimiento interno, dentro del cual yacía un minúsculo frasco muy semejante a aquellos en los cuales se depositan exquisitas fragancias, y dentro de él un líquido rojizo y transparente. Destapó el frasco y percibió un agradable aroma jamás percibido por su olfato.

Dejando a un lado los agravios, la novia volvió aparecer por la cabaña solitaria (tal y  como la bautizaron ella y el amigo de su... ¡bueno!... novio), esta vez no lo encontró. Como notó que la puerta estaba sin cerrojo,  lentamente fue adentrándose en aquel sitio. El desorden era terrible, por donde quiera había restos de alimentos y trozos de leña cortados en listones, la ropa hecha una miseria tirada en todas partes y la mesa derrumbada hacia un costado.  De pronto irrumpió el hombre y se alegró al verla, echándosele en los brazos. Esa noche los artilugios de la chica lograron sacarlo de sus profundas meditaciones; pero esta vez se hizo presente la imposibilidad sexual. Ella no pudo resistir el contacto físico porque el tamaño del pene era sencillamente bestial.

 

***

                                                         

En su empeño por conseguir el secreto del origen de la especie humana, el hombre  bebió de aquel líquido que encontró dentro del minúsculo frasco de la talla, a partir de entonces vagas sensaciones lo invadieron; sobre todo de noche, cuando fuertes aguijonazos le laceraban los músculos y un extraño picor le mordía la piel. Estaba convencido: el crecimiento desmesurado de su pene se debía a ese extraño líquido. ¿Cómo decírselo a ella?  Cada amanecer lo primero que hacía era asomarse al espejo, y un gesto de terror se dibujaba en su rostro al comprobar que éste cambiaba a pasos agigantados. Poco a poco su cuerpo se tornaba con excesiva vellosidad y las manos engrosaban al igual que los pies.  Ya no podía caminar erguido, sus pasos se hicieron rápidos y a grandes zancadas. Se estaba transformando de manera inexorable en un chimpancé.

Si antes salía al campo en busca de alimento y de leña, ahora prolongó las salidas para no encontrarse con la gente y pudieran descubrir su nueva fisonomía. Comprobó que su vista se agudizaba con la puesta del sol, entonces invirtió su jornada vital: dormía de día y salía de noche. Pero descubrió que algunos cazadores —que se adentraban al bosque de noche para buscar osos—, le tenían la mirada puesta. En varias oportunidades tuvo que correr varios kilómetros para salvarse de sus balas asesinas. 

Una noche, fue herido en un brazo y sangrando recorrió el camino de retorno. Agotado se echó sobre el lecho a la espera de la muerte. Ya su misión estaba cumplida —pensó—: «no tenía que seguir buscando al eslabón perdido porque se había personificado en él». Poco a poco se esfumó la conciencia y se quedó dormido. 

A los pocos minutos decenas de pobladores comenzaron a rodear la cabaña gritando consignas, y siete hombres armados —que representaban la ley— irrumpieron en forma violenta  encontrando al  solitario Charles  moribundo y bañado en sangre.

­—«¡Todos, tras la búsqueda del monstruo que atacó a este infeliz hombre, y... que nadie lo toque, podría estar contaminado!» —gritó el que comandaba al grupo. 



Tomado del libro El otro lado de la pared (Vicerrectorado Administrativo y Secretaría de la Universidad de Los Andes, 1998).



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Tiempos complejos ¿Fin del método científico?

 

Tiempos complejos ¿Fin del método científico?

Por: Ricardo Gil Otaiza


Tiempos complejos ¿Fin del método científico? (Ensayo filosófico, 2011, 2013 y 2017).

Primer Premio Ensayo APULA 2008.

Reseña de la contraportada: Solemos simplificar la realidad a los efectos de comprenderla, de asirla, de interpretarla. Es decir, en nuestro afán didáctico buscamos respuestas donde solo podemos hallar preguntas. No logramos ubicar en nuestro contexto mental y cognitivo las claves para una comprensión fenomenológica, que muchas veces escapa a nuestras posibilidades intelectuales.

Nos hallamos en un punto de inflexión de la historia de la humanidad y del conocimiento en el que los cimientos del paradigma newtoniano-cartesiano-kantiano, sobre los que se edificaron los recientes siglos de la civilización occidental, están siendo realmente interpelados.

Visto el panorama paradigmático presente, no podemos menos que analizar su vasta implicación en nuestras vidas. Definitivamente, la ciencia, tal y como siempre la habíamos concebido (antes y después de ella no hay realidad posible), hoy está siendo cuestionada para que responda a las necesidades sociales y planetarias. 

Disponible en:

- Edición en ebook de la Editorial Emooby, en los formatos epub, mobi, pdf, rtf, lrf, pdb, txt, html.  Editado en el 2011 y cuenta con 40,420 palabras.

Link: https://www.smashwords.com/books/view/46648

- Edición en papel de la Editorial Académica Española. Editado en el 2017 y tiene 152 páginas.

Link: https://www.morebooks.shop/store/es/book/tiempos-complejos/isbn/978-620-2-23960-8

- Edición en papel del Vicerrectorado Administrativo de la ULA. Fue editado en el 2013 y tiene 145 páginas. Disponible solo para Venezuela mediante el autor. Contacto: rigilo99@gmail.com.



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Jiménez Ure ante la crítica gilotaiziana

 


Jiménez Ure ante la crítica gilotaiziana

Por: Ricardo Gil Otaiza


Jiménez Ure ante la crítica gilotaiziana (Crítica Literaria, 2010), Vicerrectorado Académico de la ULA, 133 páginas.

Reseña de la contraportada: Se reúnen los diversos ensayos que Ricardo Gil Otaiza ha publicado en la prensa nacional, y en diversas revistas literarias, en torno de la obra y de la figura del poeta, ensayista, novelista, cuentista, filósofo y articulista venezolano Alberto Jiménez Ure. Se incluye además un diálogo en la TV-ULA entre Gil Otaiza y Jiménez Ure y la entrevista que Gil Otaiza le hiciera a  Jiménez Ure, titulada: ¿Una escritura bajo el signo de la perversión?


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Cuentos (Antología personal)

 

Cuentos (Antología personal)

Por: Ricardo Gil Otaiza


Cuentos (Antología personal) (Cuentos, 2010). Vicerrectorado Administrativo de la ULA. ALEPH Universitaria, 261 páginas.

Reseña de la contraportada: Estamos ante el narrador vanguardista más importante y talentoso de su generación (Década de los Años 90/XX). Entre sus más sobresalientes libros, mencionaremos: Espacio sin límite (Novela, 1985), Paraíso olvidado (Cuentos, 1996) y más recientemente Trilogía de espectros (Cuentos, 2010). Escritor polifacético y varias veces galardonado, con indiscutible acierto también ha publicado ensayos literarios y trabajos científicos. La presente antología (compilación personal) reúne lo que el autor considera que son sus mejores relatos, escritos durante más de dos décadas de ininterrumpida labor literaria.


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