Por: Ricardo Gil Otaiza
Poema XL
he visto tanto y he callado como
si el silencio fuese cómplice y ami-
go. En mí todo ha quedado impreg-
nando la memoria, dejando que
cada latido de la vida reserve
para sí una huella profunda
mis páginas aguardan el trasiego,
son fermento de años transcurri-
dos, atalayas de papel que se
asoman al mundo como testigos,
y declaran a voz en grito
que nada fue en vano, que el pa-
so, aunque vacilante, plantó con
fuerza sus raíces
la palabra duerme en cada pá-
gina, pero al menor asomo des-
pliega sus alas y se desliza
por sutiles recodos, hasta que-
dar desnuda en su altivez, ex
puesta a la mirada del otro, con-
tando en prosa o en verso sueños
e ilusiones. Pronto se repliega y
vuelve a su lecho, descansa sin
pudor hasta una nueva jornada; tal
vez quede allí al sosiego de los años,
a la indulgencia de un nuevo encuentro
Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior
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