Poema XXXIV

 

Por: Ricardo Gil Otaiza 

Poema XXXIV 

de extrañarte duelen las horas y
duelen hondo, profundo, como si con
cada segundo sin ti perdiera la vida.
Anhelo el abrazo tibio y el aliento cerca-
no, la mirada cómplice que exime
de palabras y apuesta al silencio

tú eres mi verbo, en ti se conjuga lo que
soy y lo que anhelo, nada hay en mí
que no pase por tu nombre, que no
arranque un suspiro al recordarte,
que no empañe la mirada por el
anhelo extraviado, ido a otros lares,
perdido entre las sombras

soy si tú eres, mi vida se conjuga
con la tuya, todo fue enlazado desde
arriba en un tiempo muy lejano. Tu
piel y mi piel son un mismo des-
tino, cifran ambas iguales códigos,
encienden juntas una misma pasión

estás en mí y yo en ti, y nada podrá
negarlo, todo se conjuga desde el inicio
de la historia. Tu vida y mi vida
son llamas de un mismo fuego, caminos
que se funden, horizontes que se aguar-
dan a lo lejos





Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior





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