Por: Ricardo Gil Otaiza
Poema XXXII
es medianoche en mi aposento y todo
está detenido, solo la luna se asoma
sin rubor y deja ver un espeso
horizonte. Los objetos crujen su hastío
y el latir de perros entrega ecos a
la nada
¡qué solo parece el mundo!, todos
duermen entregados al
misterio de la vida. La savia
fluye silenciosa entre las ramas y
el rumor del río se hace llanto
aves noctámbulas ululan al vacío,
ya nada entorpece su código atá-
vico, los sueños vuelan ingrá-
vidos como palomas mensajeras,
y regresan presurosos a sus
nidos al amanecer
es medianoche en mi aposento y la sole-
dad se mueve entre las sombras, ca-
da objeto es un espectro y cada ruido
es un asombro; todo muere callado
en su lecho de penumbra
Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior
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