Por: Ricardo Gil Otaiza
Poema XIX
exánime me encuentro, mis fuer-
zas ancestrales ya no me habitan, las
huellas de mis antepasados yacen
silentes en medio de la nada; en mis
entrañas solo queda el vacío. De mis
fustes hicieron leña, todo ha sido una
tortura, me plegué en mis hojas y me
cerré al mundo; dije adiós
una mañana
lentamente me apago, ya
no hay ardor en mis raíces, mi voz
se extingue en la soledad del bosque
y el canto lastimero de otros presiente
su destino. Ya no me digas nada,
no puedo oírte, el sonido del río
lejano es apenas un silbido, corre,
vienen por ti, nada colma sus
carnadas, nuestros cuerpos pronto
serán ocasión y olvido.
¡hey, mírame!, estoy
rendido a tus pies, y aunque mi sino
era morir incólume después de muchos
soles, aquí estoy lánguido y sin vida. Ve
y diles a otros de lo que has sido
testigo, ya no tengo fuerzas para
batir mis ramas. Ve, no pierdas tiem-
po, pronto llega el ocaso y entonces ya
nada será posible; solo el adiós de multi-
tudes y el concluir de la historia
Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior
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