Por: Ricardo Gil Otaiza
MUEREN LOS TITANES
Cómo pudiste irte,
(Padre,
habiendo vencido
las viles imágenes
de las prisiones del alma
(que tanto te angustiaban.
El rostro rejuvenecido
de tu abrupta
ancianidad,
cobra hoy más fuerza
para recordarte
(tanto.
Dejaste un vacío
(viejo,
insoslayable
en cada rincón de
nuestra morada,
que riñe a diario por tu
(ausencia.
Titán de mi niñez,
¿adónde te fuiste...
con esa fuerza incontenible
(de mil hombres?
Tomado de mi libro Corriente Profunda (Vicerrectorado Académico de la Universidad de Los Andes, 1998).
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