Por: Ricardo Gil Otaiza
XLIX
libas la flor del Edén y te sacias
con su néctar, esparces tu simiente en
el mundo y como en los espejos de Bor-
ges abominas de la humanidad. Eres
cocreador de todo, en ti anidan las raíces
de lo atávico y bulle lo insondable.
Ya nada podrás hacer, eres ímpetu,
fuerza incontenible, fragor de mil ba-
tallas olvidadas para siempre
estás en el ahora y traes contigo el mun-
do: todo es de tu esencia, guardas pa-
ra siempre la clave de la vida. No hay
azar posible, vas y vienes en muchas
pieles, cada recodo de tu cuerpo ex-
plica el infinito, habla distintas len-
guas, se pierde en la neblina de los
tiempos
un día te marchas sin mucha explica-
ción, dices adiós a todo pero te quedas;
serás entonces memoria, brisa del ama-
necer, canto suave en la mañana,
sueño del niño al nacer. Te fuiste, pero
seguirás en cada anhelo perdido, en
el viento que sopla y golpea la ventana,
en cada grano de arena de una playa
desierta, en el abrazo amoroso de la
madrugada
Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior
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