Por: Ricardo Gil Otaiza
Poema XLIII
alma no acalles la voz, el ni-
ño que habita en ti anhela lealtad,
ser tu propia fábula, caminar travie-
so los senderos de la vida, extasiarse
sin rubor frente a lo simple, llorar
sin miedo ante el dolor. Anda, no te in-
quietes, desnuda sin más las emocio-
nes, duerme sin temor por el mañana;
entrégate complacida al abrazo
el niño que hay en ti está atento a tus
mensajes, y en cada palabra hay un
código por descifrar frente a las vici-
situdes del mundo. Ve, alma, no te pierdas
del abrazo, mira que cada minuto cuen-
ta y luego vendrá el hastío, con su car-
ga de verdades y sus réplicas de lamentos
alma, apura el paso, la golondrina
está de vuelta, y el niño que anida en
ti deseoso de mañanas. Mira, todo
espera, y nada más triste que un
cielo nublado. Anda, busca entre
las ramas, siempre habrá algún
capullo en flor dispuesto a darse
al mundo y entregar sus aromas
Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior
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