Por: Ricardo Gil Otaiza
XLV
los sueños no acaban, son del
tamaño de nuestro ser, forja-
dos como están de grandeza y de
fábula, son en sí mismos fuerza
que late muy dentro y nos empu-
jan cada mañana; nos hacen se-
guir a pesar de los tropiezos.
en cada pecho anida infinidad
de sueños, unos y otros conforman
idearios, rutas a seguir, estelas
de portentos. Nada hay en ellos
que sea inalcanzable, todo es
posible si derrumbamos linderos.
soñamos despiertos nuestros sue-
ños, cabalgan con nosotros por
los campos, mueven alegres sus
alas hasta perderse en los cielos.
Ya de noche, al abrigo en nues-
tras casas, merodean aquí y
allá e inquietos se van a la cama.
Los acariciamos, los mecemos, nos
perdemos en sus meandros hasta
quedar exhaustos, hundidos en neblinas,
soñando quizás que los soñamos.
Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior
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