Por: Ricardo Gil Otaiza
V
muy pronto quedó el nido
vacío, la casa se me vino
encima. Hablo con la nada
en las horas del encuentro con
las sombras, y mi estentórea voz
denuncia con sus ecos lo impo-
sible del ahora. ¡Qué solo he que-
dado en mi propio mundo!
me paseo inquieto entre las
cosas y a ratos escucho lo que
cuentan: el diálogo callado entre
el ser y la nada. En mi soliloquio
ausculto mi historia, pero ella enmudece
si le inquiero verdades. Todo es tan
relativo como la importancia del
verso, y sin embargo eternece
¡qué callado está mi mundo!, la
voz crece hacia adentro. Nada de lo
que pretendía seguro permanece.
Los ecos de la conciencia me
recuerdan que estoy vivo; mi presen-
cia se hace etérea. Ergo, un tímido
vaho que no empaña los cristales
de la vida
Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior
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