Por: Ricardo Gil Otaiza
Flaquezas
I
Salgo a la batalla con mi mejor y más fuerte
vestidura; mis escudos y mis cascos son
apenas un asomo de ironía.
Rio por mi flaca victoria, he logrado
como forajido escapar de la derrota,
pero tus argucias son más poderosas que mis fuerzas;
al final quedo tendido sobre el campo de batalla humeante,
y seco de vida.
Escapé con excusas, hui despavorido,
las flaquezas terminaron por delatar
mi odiosa finitud.
A pesar del mal, existo.
II
Qué pena me da verte en la derrota;
quién lo hubiese pensado observando tu soberbia.
Te rodeaste de nada y de todo a la vez,
fuiste esclavo de un tiempo que se te
resbaló en el vacío eterno.
Caíste fulminado por la bala certera de la congoja.
Nada de lo presente pudo sacarte del agujero
inexpugnable de tu suerte.
Entregaste tus sentidos a la certeza del ocaso,
a partir de entonces ya no fuiste más cuerpo,
ni sueños, ni ilusiones.
Todo salió expelido en la terrible inconsistencia de la muerte.
Tomado de mi libro Manual del vencedor (Talleres Gráficos Universitarios, 2001).
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