Por: Ricardo Gil Otaiza
III
he cometido el peor de
los pecados: dejar que mi
fe se extraviara por oscuros
laberintos, y ahora me hallo
perdido, a la deriva, náufrago
de aliento
las cárceles del alma me atenazan,
soy su cruel prisionero,
vago por amplios espectros de
razones adocenadas. Busco
sin hallar consuelo; ya nada
podrá salvarme
es el vacío lo que más duele,
que se incrusta en los huesos
como morbo terrible, hasta
hacer de mí poseso de un
pasado imposible. ¿Qué fue
de mi ser? ¿Adónde huyó mi ino-
cencia? ¿Qué fue de mi dios inte
rior? ¿Quién secuestró el dogma?
Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior
Podemos caer del cielo al infierno. De hecho, hemos caído una y otra vez. Al final descubrimos que somos inocentes, yo, tú, nosotros... y que Dios, a quien tanto llamamos en incansable coro, también es inocente, el Gran Inocente que todo lo sabe. Mu ha gustado tu poema Ricardo. Gracias por compartir. Saludos de Pedro Molina.
ResponderEliminarQué bueno saber de tí apreciado amigo. Recibe un abrazo de agradecimiento por tu atento mensaje.
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