Por: Ricardo Gil Otaiza
Poema XXIII
el tiempo ha pasado y fatigado la
piel, los días son recuerdo en el
ahora, el ser está expectante y el
mundo enfermo de dolor, y ya na-
da podrá recuperar lo perdido. Mucho
se ha errado en el camino, todo es instin-
to y pasión, y ya la lumbre que oteaba
el horizonte se ha extinguido. Aquí estoy
sobre el papel, intento dar forma a lo impo-
sible, pero el estrépito de la batalla es
más fuerte que mi voz, y a veces las fuerzas
flaquean y la voluntad derrumba
el ayer no existe y los ramalazos del presente
golpean con fuerza hasta hacerme sucumbir.
Luego me lavanto, me empino sobre la realidad
y oteo tristeza y desencanto. El país ya no es-
tá, lo secuestraron las huestes, y en su lugar
dejaron sombras erráticas, seres anodinos
y cansados; restos de grandeza transformados
en miseria y escombro
el desaliento cunde por doquier, los sueños son
bruma y lluvia, luz cenital al final de la
tarde que arrastra sus pasos, viento gélido
que entumece los sentidos, noche oscura de
los tiempos, eco de espectros paganos, mur-
mullo de oraciones a un dios lejano. Nada ha que-
dado, todo se fue apagando, permanece solo la
flama herida del recuerdo
Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior
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