Por: Ricardo Gil Otaiza
L
canta a la vida a pesar de todo,
que nada quede incierto, que des-
pués de cada amanecer tu piel
se impregne de múltiples sensaciones:
abrir los ojos al mundo, el café de la
mañana, saber que más allá de la
ventana el universo late dentro
ver el paraíso en unos ojos, ser objeto de
atención y de miradas; nada hay más
placentero que sentir el calor de otra piel,
el rubor de un rostro, el jadeo de una voz.
Las palabras sobran a veces, el contac-
to nos habla más profundo, en cada abra-
zo dejamos mucho de nosotros y entrega-
mos palmo a palmo nuestro aliento
no te detengas, hay muchos soles
arriba, por cada pincelada de tris-
teza hallarás cientos de acuarelas y
manos tendidas. Acerca ya la lumbre,
hay regiones que aún ignoras, nada
podrá detener el ímpetu arrollador
de los molinos de la vida. Cabalga
sin afán, todo tiene su momento, la
urdimbre silenciosa hace su trabajo
y con cada hilo tensa sueños y desvelos
Tomado de mi poemario inédito Lumen El fuego interior
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