Por: Ricardo Gil Otaiza
Tiempos idos
Cómo idolatran. Cómo yerran sus juicios.
Dentro no cabe ya tanta orfandad.
Se juntan los cuerpos en un intento por
barrer su amargura,
y ésta persiste a pesar del empeño.
Pasa el tiempo sin ser visto,
solo lo siente quien lo sufre de miedo y,
como quien olvida un amor luego del
incendio de la pasión, dejamos caer sobre el suelo
las hojas secas y tostadas
que son batidas por el viento.
Caen los miembros rotos a causa de
la gravedad de los cielos, y seguimos
pensando que somos los mismos.
Necios, debimos haber permitido que
nos llamasen a tiempo.
Tomado de mi libro Manual del vencedor (Talleres Gráficos Universitarios, 2001).
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